Exposición "Pinturas y Dibujos" de León Vega Donn...






"Pinturas y Dibujos"

León Vega DonnAgora-Parque Naucalli-10.10.09

Entre caballos y más…

L
os caballos corren a todo galope sobre la obra de León Vega; los jinetes, inexpresivos, van sobre sus monturas como si no estuviesen presentes. Son solo un requisito. Los caballos pura sangre no compiten solos. Los jinetes son necesarios, pero a León Vega no le importan. Lo que al maestro le interesa son los caballos. Sus caballos. Y no por que el sea propietario de alguno de ellos y lo tenga viviendo como heredero de un príncipe, en alguna lujosa cuadra del hipódromo.
No.
Los únicos caballos que posee, son aquél viejo caballito de madera con ruedas y que según me ha contado, perteneció a su hijo, además de varias figurillas de corceles que adornan la sala en su hogar. Algunas de madera y una por ahí, de bronce patinado; uno de esos caballos persas, que posa elegantemente, con el cuello arqueado como un cisne y que al verlo, incita a la memoria a recordar las gestas de los héroes de la antigua Grecia.
Los otros caballos, los que no posee, son los que ve correr en el hipódromo, los que pinta, los que dibuja y los que recuerda de su juventud, en sus andanzas por la sierra del norte mexicano en donde hace muchos años, conoció a su esposa.
Para esta exposición que se llevará a cabo en el Ágora del parque Naucalli, del 10 al 31 de octubre próximos, León Vega presenta una variedad de obras, basadas en sus caballos, complementando la muestra, con algunas obras más.
Encontraremos un óleo, en el que tres purasangres corren a todo galope, sobre una invisible pista, montados por inexpresivos jinetes; luego veremos, una serie de dibujos de caballos realizados sobre un papel dorado, que representan escenas que quizá provengan de su memoria o de ese imaginario del pintor, en el que el magnífico Pegaso de Zeus, padre de todos los dioses, desplegadas sus alas, cabalga sobre el sendero azul del viento y en cuyas verdes colinas, sin duda, pacen los corceles de todos los tiempos, “Bucéfalo”, el legendario caballo de Alejandro Magno; “Strategos”, el corcel negro azabache del general Aníbal, con el que atravesó los Alpes rumbo a la fallida conquista de Roma; “Janto”, el purasangre negro que Aquiles montó rumbo cientos de batallas y que junto a “Bailo”, formaron aquella dupla mitológica conocida como “Los caballos inmortales”; “Genitor”, el caballo de Julio César o “Incitatus”, el córcel al que el emperador Calígula nombró senador del imperio romano; “Babieca”, el blanco corcel del Cid y “Rocinante”, fiel compañero del valeroso hidalgo, Don Quijote de la Mancha; o “Palomo”, el compañero de todas las campañas del libertador Simón Bolívar, inmortalizado en las cientos de estatuas ecuestres que en memoria y honor de este prócer de la libertad americana, engalanan las plazas de muchas ciudades en el mundo.Complementa esta muestra del maestro Vega, un óleo que en forma de friso, emula una escena en la que los peces nadan juntos, en una atmósfera de un azul profundo, de colores que se adivinan vivos, pero que en esa pretendida profundidad, palidecen entre tonos verdes, ocres y amarillos, que contrastan con la frialdad de un azul absolutamente marino. Dos rostros, dos óleos, dos momentos separados por los años, por el implacable transcurso del tiempo, nos muestran a la misma mujer. Es su esposa, la mujer que ha transcurrido con él, desde aquellos años de juventud en la sierra, a través de su vida y lo ha visto crecer como hombre y como pintor, es la madre de sus hijos. Su compañera.

Se añaden a esta muestra cual colofón, un óleo que se abre a la vista, como una imaginaria ventana a través de la cual el “Nevado de Toluca” observa al que lo mira con la misma impasibilidad. Una mesa, un florero y una flor, que solo León sabe a quien pertenece, se regodea entre tonos malva y azules y una serie dibujos de cuatro mujeres, se asoman, sensuales, a la mirada del observador.

Ahí estarán los lienzos, esperándonos en el Ágora; ahí estarán los caballos de León Vega, en esa carrera pintada, suspendida en el tiempo y los rostros de su esposa y el monte nevado y la flor solitaria y esas mujeres…

Ahí estará el maestro Vega, donde siempre ha estado, en donde están cada una de sus obras…

Miguel Mouriño
Octubre de 2009, Ciudad de México.


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